Testimonios

Gladis Flores, 22 años

Gladis no quiso limitarse a estudiar solamente su carrera de Economía. Sabía que, si aprendía otras cosas, tendría mejores oportunidades laborales, así que decidió inscribirse en el curso de programación que daban en el centro de Cruz Roja.
En el proceso, muchas de las otras chicas se retiraron y solo quedó ella junto a otros cuatro jóvenes. “Yo venía completamente a cero. Puse todo de mi parte. Habían otras personas que sabían más que yo, pero sabía que la programación me podía servir para mi trabajo” asegura. “Estos cursos son caros, pero aquí es gratis. Uno solo tiene que invertir tiempo y ganas de aprender”.

José Cortez, 30 años

Aunque cursó una carrera de medicina, no encontró trabajo con facilidad. Durante esos años trabajó de lo que pudo, pero todo era para sobrevivir. Un día se enteró de los cursos de computación y se inscribió para aprender algo nuevo. Uno de sus maestros le habló sobre el proyecto de CASS para programar y se inscribió. “Fue comenzar desde cero”, recuerda. Ahora está programando software que se utilizan en empresas importantes y espera continuar en este rubro, que se ha convertido en su pasión. “Los jóvenes crecen muy negativos ahora, pero si hay oportunidades. Yo lo he vivido”, afirma.

Jeffry Díaz, 19 años

Jeffry Días es el más joven del grupo de programadores. Un día llegó al centro de formación de la Cruz Roja, en Ciudad Delgado para aprender de computación. Uno de sus maestros le comentó que pronto abrirían el curso especializado en programación y se apuntó. Estos conocimientos le ayudaron a descubrir que quería estudiar Ingeniería en Sistemas en la universidad, así que se inscribió este año.” Las oportunidades se crean”, dijo.
“Yo me siento seguro que son nuevos retos y nuevos conocimientos. El que no arriesga no gana. Este programa puede ayudar a más jóvenes a integrarse”, aseguró.

Wilber Zetino, 33 años

Wilber comenzó estudiando Derecho en la Universidad, pero las necesidades de su hogar le impidieron continuar, así que se dedicó a trabajar como vigilante en el mismo centro de la Cruz Roja en el que ahora estudia programación. “A uno la necesidad lo hace aprender de todo, pero con voluntad de mejorar, todo se puede lograr”, afirma. Por su edad, pensó que era imposible seguir estudiando o encontrar un mejor trabajo, pero la empresa vio su potencial y decidió incluirlo en el grupo. Wilber ahora piensa en grande. “Esto es una gran oportunidad que no quiero desaprovechar”. afirma.

José Alexander Aguilar, 26 años

José Alexander llegó a las instalaciones del centro de oportunidades de Cruz Roja para inscribirse en un curso de mecánica, pero en la clausura del programa se enteró de que abrirían una clase de informática. Es originario de Ahuachapán y vino a San Salvador buscando mejores oportunidades.
Con eso en mente se inscribió en el curso, aun sabiendo que no tenía ningún conocimiento sobre programación. Ahora que participa en este proyecto está más confiado de que pueda encontrar mejores oportunidades. “Quiero llegar a ser alguien en la vida”, resume.